“Lo que amo de América Latina es que la izquierda evoca el pasado, lo ancestral”
Figura Una apasionante conversación en
la que el esloveno expone sus puntos de vista sobre la realidad de
América Latina, ésa que sigue con tanta fascinación desde su óptica
filosófica analítica.
Eduardo Paz y Boris Miranda - 27/03/2011
Honestidad brutal. “Europa no tiene un proyecto político de izquierda y
los pensadores que vienen de allá y de Estados Unidos alaban los
procesos políticos latinoamericanos únicamente como una idealización de
su sueño sobre nosotros”.
Lo dijo Slavoj Zizek, el psicoanalista y filósofo esloveno que estuvo en
Bolivia la anterior semana. Durante su conferencia en La Paz llenó el
auditorio del Banco Central de Bolivia y en países como Argentina lleva
cantidades de gente similares a las que convoca un cantante consagrado.
El pensador contemporáneo del momento conversó con Página Siete y, sin
ninguna clase de filtro, se despachó contra la intelectualidad europea y
norteamericana, dio un avance de su próxima obra en la que busca salir
del conflicto político y volver a refugiarse en la filosofía, además de
explicar las razones de su admiración por el proceso de Bolivia y de
otros países de América Latina.
- Parece que en sus últimos libros, como Bienvenidos a tiempos interesantes y Primero como tragedia y después como farsa,
existe un giro en su trabajo. Ya no podemos encontrar más exposiciones
sobre conceptos psicoanalíticos pero sí análisis sobre la conflictividad
política. ¿Este giro puede verse como una urgencia de pasar al acto?
- No. Temo que con esto voy a decepcionarlos. Me estoy cansando de esta
basura política. Durante los últimos dos años he estado escribiendo un
libro extenso sobre Hegel y Lacan que tendrá cerca de 800 páginas.
Estoy, definitivamente, retornando al trabajo puramente filosófico con
un libro muy agresivo. Voy a tratar de reinterpretar la física cuántica y
sacarla de una visión oscurantista con una relectura materialista, voy a
re-enfrentar a Hegel con Marx, voy a mostrar a un Marx más idealista
que Hegel.
Es frecuente que la gente me haga consultas sobre cuestiones políticas.
Estas opiniones que yo vierto no son más que mi deber ciudadano, por
decirlo de alguna forma, por mi rol de supuesto intelectual, pero mi
verdadero amor es la filosofía. Me estoy volviendo lo suficientemente
viejo y quiero retornar a ello, a la discusión puramente filosófica.
Por supuesto pasan cosas en el mundo y yo quiero reaccionar a ellas y
opino. Pero, por ejemplo, en mi último libro todavía no traducido, Living in the end times, lo único que realmente me gusta de él es un largo capítulo de crítica a la economía política de Marx y Hegel.
- Sin embargo, la conferencia que brindó acá en La Paz fue más
política y estuvo bastante alejada del bagaje conceptual del
psicoanálisis, uno de sus fuertes'
- Sí, pero aquí hay un problema. Cuando reúnes a más de 300 ó 400
personas para una conferencia tienes dos opciones: la política o la
comedia. Por experiencia te digo que no puedes hablar de Hegel en un
auditorio así, pierdes la atención de manera instantánea. Un filósofo
profesional como yo, aún cuando pretendo ser popular, suele presumir que
la gente tiene conocimientos elevados. No puedes contar con eso.
Tenemos que darnos cuenta de esa realidad.
- Entonces, ¿cuál es la importancia del seguimiento a los procesos políticos que atraviesa América Latina en su trabajo?
- No quiero engañar a nadie. La razón por la que me gusta acompañar
estos procesos es porque de todas estas evocaciones al pasado o viejas
tradiciones que hay en el mundo, las de acá están conectadas con
proyectos izquierdistas. Esto me parece absolutamente fascinante porque
es exactamente lo opuesto a lo que sucede en Europa. De donde vengo, los
proyectos locales, nacionalistas o tradicionalistas son usualmente
reaccionarios.
Por ejemplo, en mi país (Eslovania), los pensadores de derecha son los
que evocan a la nación y al pasado. Yo respondo con la mejor definición
de nación, que viene del francés positivista Ernest Renán, un buen tipo.
Él dice que una nación es un grupo de personas que comparte las mismas
mentiras acerca de su pasado, los mismos odios contra sus vecinos
actuales y las mismas ilusiones acerca de su futuro. Esto es
absolutamente verdadero para Europa. Los eslovenos hemos inventado
absolutamente todo acerca de nuestro pasado, cuán grandes fuimos,
nuestras ilusiones de ser Suiza y la historia del odio a nuestros
enemigos.
América Latina es la única esperanza de que evocar las tradiciones
ancestrales no sea parte de un proyecto nacionalista de derecha y
reaccionario. Yo amo esto. Esto no puede suceder ni en África. Esto es
lo que conozco de acá y lo admiro. Vemos de forma milagrosa cómo vienen
juntas las tradiciones ancestrales con las tendencias modernas. Me
fascina cuando ustedes hablan con un representante de algún pueblo
indígena y después él te dice que puedes visitar su sitio web.
- Sin embargo, usted es muy crítico con los intelectuales
izquierdistas de Europa y Estados Unidos que vienen a Bolivia y al resto
de América Latina'
- Muchos de ellos seguramente se muestran fascinados con lo que acá
sucede, pero la verdad es que los pensadores de izquierda son
increíblemente narcisistas. Ellos pueden humillarse a ellos mismos y
alabarlos a ustedes, pero en realidad están alabando su propio sueño
sobre ustedes.
En Europa son muy buenos celebrando al otro, pero no se trata realmente
de “el otro”, es puramente una fantasía racista de “el otro”. Yo no digo
que todos sean así, pero digo que si ellos fueran honestos
intelectualmente reconocerían que no pueden resolver sus problemas por
ustedes y vendrían a aprender.
Y no hablo de venir a repetir esa basura “new age” de vanagloriar la
sabiduría ancestral, deberían venir a aprender cómo ustedes se las
arreglan hoy. Esto pasa porque en Europa la izquierda no tiene un
proyecto político serio, lo único que hay es una propuesta pragmática de
la socialdemocracia y discursos que hablan de una catástrofe global, un
tránsito a una sociedad totalitaria y que sólo espera que un milagro
nos pueda salvar.
- Llegan intelectuales y dicen “estamos fascinados con Bolivia” pero
en universidades europeas y norteamericanas no hay espacio para diálogo
con intelectuales de América Latina, Asia o África'
- Por supuesto que no, ellos quieren que ustedes se queden con nociones
estúpidas de tradición y no con lo que están haciendo aquí ahora. Yo
siempre he dicho esto: la forma más pérfida de racismo hoy en día no es
el odio a los “otros”, sino la falsa celebración de los “otros”. Un
verdadero racista viene y dice “¿por qué quieren acoplarse a la
modernidad si ésta es corruptora? ¿Por qué no regresan a su antigua
sabiduría incaica?”.
Entonces ustedes están totalmente en lo correcto. Eso es lo que me gusta
de aquí, por los pocos contactos que he tenido, éste no es un país del
Tercer Mundo donde voy y enseño que hay un psicoanalista que se llama
Jacques Lacan o lo que sea. Más bien puedo hablar con ustedes con
normalidad. En EEUU voy a universidades donde son mucho más primitivos.
Intenten seguir de manera cercana lo que pasa en estos países en la
línea de la alta teoría de elite y resulta que estos países resisten
mejor los grandes poderes occidentales. Entonces aquí tienen esperanzas,
les toca ser arrogantes.
- ¿Es deseable establecer un dialogo entre América Latina, Asia y África excluyendo a los intelectuales europeos?
- No. A mí no me gusta esta idea de “nosotros en los márgenes debemos
conformar un eje excluyendo a Europa”. ¿Saben por qué? Voy a decir lo
que me gusta de Europa, y casi voy a sonar eurocéntrico. Muchas luchas
anticoloniales comenzaron no con un retorno a “nuestras raíces
ancestrales” sino con “queremos ser más europeos que los europeos” en el
sentido de “ustedes europeos predican sobre la igualdad, entonces dónde
está la igualdad para nosotros”.
Entonces aquí hay que admitir que Europa, en el mejor de los casos,
tiene esta fuerte habilidad crítica para cuestionar sus propias
tradiciones.
Todavía hay que engranar en un diálogo con Europa, pero no bajo la forma
de “enséñennos”, sino en el sentido de “lo que ustedes intentaron,
nosotros lo lograremos de mejor manera”. Esto es, dialogar con cierta
arrogancia, como lo hicieron los esclavos durante la revolución en Haití
cuando enfrentaron al ejército de Napoleón.
Éste es un momento sublime: el Ejército francés escuchó cantar a los
esclavos, y supusieron que era una forma de canto primitivo para luego
darse cuenta que los esclavos estaban cantando la Marsellesa.
Los esclavos estaban declarando “nosotros somos los verdaderos
herederos de la Revolución francesa, no ustedes”. Y el efecto fue
sorprendente, muchos soldados del Ejército cambiaron de lado, se unieron
a los esclavos, que finalmente ganaron.
Entonces ésta debería ser la actitud: “ustedes en Europa tienen cosas
interesantes, pero nosotros somos los únicos que pueden realizarlas”.
“Ustedes, Europa -a menudo, pero no siempre- fueron muy estúpidos para
darse cuenta de las cosas buenas que habían descubierto, ustedes
necesitan nuestra ayuda para concretarlo”.
Y esto es mucho más productivo que el juego etnocéntrico de disputar
quién tiene la sabiduría más grande, Europa, los incas o quien sea.
Fonte: http://www.paginasiete.bo/2011-03-28/Nacional/Destacados/158Eco010311.aspx